20/08/06: KIA ORA!!!! Una experiencia mahorí.
A las 19:15 tendríamos que estar delante del pueblo maorí para la cena-espectáculo. Hemos decidido ir con nuestra camper en lugar de que nos recojan con autocar en el centro del pueblo. Aunque el trayecto teóricamente es sólo de 20 minutos, conociendo nuestra capacidad para orientarnos, decidimos salir con tiempo. Buena elección!!! Nos cuesta un pelín encontrar el camino (tampoco demasiado) y al final aparcamos delante de la entrada del pueblo maorí a eso de las 19:00
El aparcamiento está desierto, y las luces apagadas. No se ve un alma en la zona. Nos va a tocar esperar. De todas formas, visto lo desierto del lugar, nos aventuramos por la parte de atrás a ver si alguien nos puede indicar algo. Vemos a unos maoris que están fumando en la parte trasera de lo que parece una cocina. Con un inglés más o menos como el nuestro, nos indican que tenemos que esperar fuera, bajo un foco, a que llegue el resto de la gente con los autocares. Con el frío que hace y lo oscuro que está, hacemos mil y una tonterías para entrar en calor: bailamos, chutamos piedras, saltamos…
A eso de las 19:30 llegan cuatro autocares llenos de gente. Esto de la cena no va a ser algo muy íntimo. Entramos todos dentro de un enorme patio redondo y cerrado con una valla alta. En uno de los extremos hay una abertura, como si fuera un toril.
Uno de los guías se coloca en el centro del patio y nos da la bienvenida, así como la introducción del ritual que vamos a vivir. En cada uno de los autocares han escogido a una persona que nos representarán a todos. En total 4 jefes.
El jefe del poblado maorí desafiará a los 4 jefes. Si los jefes aceptan la superioridad del jefe maorí, aceptando acatar las normas del poblado, se nos abrirán las puertas del poblado y seremos bienvenidos. Las caras del jefe maorí durante la danza del desafío dan cierto susto, puesto que cruza los ojos y saca la lengua con fiereza. Evidentemente, la danza acaba con la aceptación del desafío y nuestro sometimiento. Los jefes se saludan juntando dos veces la nariz y podemos entrar en el poblado. KIA-ORA!!!!!! (Hola y gracias en maorí. Una expresión que tendremos que repetir en distintas ocasiones a lo largo de la noche).
Una vez pasado el túnel, llegamos a un bosque dentro del cual se ha reproducido (o eso creemos) la estructura de un típico poblado maorí. En cada una de las cabañitas, un nativo vestido con la indumentaria tradicional, nos explica curiosidades de la vida tribal: comida, talla, sistemas de defensa, armas, organización…
Nos hacemos un hartón de tirar fotos, aunque no sabemos porqué, la cámara se vuelve loca y no hay manera de que enfoque. Suponemos que es culpa de la iluminación (hogueras, algún foco…) muy contrastada entre puntos de luz y puntos oscuros. Ya veremos qué sale al final!
Al cabo de un rato nos agrupan a todos delante de una construcción grande. Parece como si fuera la casa principal del pueblo. Allí, uno de los maorís que nos parece más auténtico (grande, pesado y que pone caras más de loco) nos invita a entrar en la casa del pueblo. Antes de entrar los explica el sentido de las tallas que adornan el perfil de la casa: el techo son los brazos de sus antepasados, las columnas son las piedras, y la cara tallada que preside en conjunto representa al “amo”.
Dentro de la construcción es donde se llevará a cabo el concierto de canciones y bailes tradicionales. Es muy chulo y dado que está caldeado, además nos permite quitarnos un poco el frío de encima. Los bailes son muy curiosos y todos tienen unas voces muy hermosas. Es de destacar las caras que ponen todos mientras cantan, especialmente los hombres. Parece que estén de frenopático sacando la lengua y cruzando los ojos de esa forma, pero en realidad es una forma de desafío y hombría.
Finalmente, después del concierto, accedemos al comedor. Es lo que nos decepciona más, porque es como el de los coles con grandes mesas rectangulares (nos esperábamos algo un poco más rústico, la verdad!). La cena es una especie de buffet libre con comida cocinada al estilo maorí: carne de cordero, de pollo, migas de pan, patata, batata, nabo, zanahoria,… (aquí le llamaríamos “bullit”).
De postre, la Pavlova (una especie de merengue local), browni de chocolate con crema caliente y macedonia de frutas. Para beber agua o si queremos alguna alternativa, tenemos que pagarla aparte.
Fuera del comedor, y una vez acabada la cena, nos explican cómo se prepara el horno de tierra en el que se cuece la comida: una gran hoguera con enormes piedras y un agujero en la tierra.
Para finalizar, abren la tienda de recuerdos, donde acabo pecando y comprándome un bonito y tradicional colgante de jade.
A Maru el conjunto de la noche no le acaba de gustar (demasiado turístico, estilo pueblo español). Tengo una sensación parecida, pero algunas de las cosas que he visto y oído me han parecido curiosas e interesantes.
Para finalizar la velada, nos vuelven a juntar en el comedor y hacemos un ritual de despedida. A los jefes de tribu les hacen bailar la danza de los “All blacks” (de lo mejorcito!!!) y cantamos una especie de “Es l’hora dels adeus”. Para acabar nos dan el mensaje de que lo que hemos vivido esta noche es algo más que un show turístico (que también!). Es una forma de que la cultura maorí perdure en el tiempo y se transmita de padres a hijos. Además, también se difunde por el mundo ya que cada uno de nosotros se llevará un poco a su país de origen cuando se vaya a casa.
A las 23:30 se acaba el espectáculo y nos vamos para el camping. Toca meterse rápido en la cama y dormir que mañana hay otra sesión maratoniana.
KIA ORA!!!!!
Carlos :)
El aparcamiento está desierto, y las luces apagadas. No se ve un alma en la zona. Nos va a tocar esperar. De todas formas, visto lo desierto del lugar, nos aventuramos por la parte de atrás a ver si alguien nos puede indicar algo. Vemos a unos maoris que están fumando en la parte trasera de lo que parece una cocina. Con un inglés más o menos como el nuestro, nos indican que tenemos que esperar fuera, bajo un foco, a que llegue el resto de la gente con los autocares. Con el frío que hace y lo oscuro que está, hacemos mil y una tonterías para entrar en calor: bailamos, chutamos piedras, saltamos…
A eso de las 19:30 llegan cuatro autocares llenos de gente. Esto de la cena no va a ser algo muy íntimo. Entramos todos dentro de un enorme patio redondo y cerrado con una valla alta. En uno de los extremos hay una abertura, como si fuera un toril.
Uno de los guías se coloca en el centro del patio y nos da la bienvenida, así como la introducción del ritual que vamos a vivir. En cada uno de los autocares han escogido a una persona que nos representarán a todos. En total 4 jefes.
El jefe del poblado maorí desafiará a los 4 jefes. Si los jefes aceptan la superioridad del jefe maorí, aceptando acatar las normas del poblado, se nos abrirán las puertas del poblado y seremos bienvenidos. Las caras del jefe maorí durante la danza del desafío dan cierto susto, puesto que cruza los ojos y saca la lengua con fiereza. Evidentemente, la danza acaba con la aceptación del desafío y nuestro sometimiento. Los jefes se saludan juntando dos veces la nariz y podemos entrar en el poblado. KIA-ORA!!!!!! (Hola y gracias en maorí. Una expresión que tendremos que repetir en distintas ocasiones a lo largo de la noche).
Una vez pasado el túnel, llegamos a un bosque dentro del cual se ha reproducido (o eso creemos) la estructura de un típico poblado maorí. En cada una de las cabañitas, un nativo vestido con la indumentaria tradicional, nos explica curiosidades de la vida tribal: comida, talla, sistemas de defensa, armas, organización…
Nos hacemos un hartón de tirar fotos, aunque no sabemos porqué, la cámara se vuelve loca y no hay manera de que enfoque. Suponemos que es culpa de la iluminación (hogueras, algún foco…) muy contrastada entre puntos de luz y puntos oscuros. Ya veremos qué sale al final!
Al cabo de un rato nos agrupan a todos delante de una construcción grande. Parece como si fuera la casa principal del pueblo. Allí, uno de los maorís que nos parece más auténtico (grande, pesado y que pone caras más de loco) nos invita a entrar en la casa del pueblo. Antes de entrar los explica el sentido de las tallas que adornan el perfil de la casa: el techo son los brazos de sus antepasados, las columnas son las piedras, y la cara tallada que preside en conjunto representa al “amo”.
Dentro de la construcción es donde se llevará a cabo el concierto de canciones y bailes tradicionales. Es muy chulo y dado que está caldeado, además nos permite quitarnos un poco el frío de encima. Los bailes son muy curiosos y todos tienen unas voces muy hermosas. Es de destacar las caras que ponen todos mientras cantan, especialmente los hombres. Parece que estén de frenopático sacando la lengua y cruzando los ojos de esa forma, pero en realidad es una forma de desafío y hombría.
Finalmente, después del concierto, accedemos al comedor. Es lo que nos decepciona más, porque es como el de los coles con grandes mesas rectangulares (nos esperábamos algo un poco más rústico, la verdad!). La cena es una especie de buffet libre con comida cocinada al estilo maorí: carne de cordero, de pollo, migas de pan, patata, batata, nabo, zanahoria,… (aquí le llamaríamos “bullit”).
De postre, la Pavlova (una especie de merengue local), browni de chocolate con crema caliente y macedonia de frutas. Para beber agua o si queremos alguna alternativa, tenemos que pagarla aparte.
Fuera del comedor, y una vez acabada la cena, nos explican cómo se prepara el horno de tierra en el que se cuece la comida: una gran hoguera con enormes piedras y un agujero en la tierra.
Para finalizar, abren la tienda de recuerdos, donde acabo pecando y comprándome un bonito y tradicional colgante de jade.
A Maru el conjunto de la noche no le acaba de gustar (demasiado turístico, estilo pueblo español). Tengo una sensación parecida, pero algunas de las cosas que he visto y oído me han parecido curiosas e interesantes.
Para finalizar la velada, nos vuelven a juntar en el comedor y hacemos un ritual de despedida. A los jefes de tribu les hacen bailar la danza de los “All blacks” (de lo mejorcito!!!) y cantamos una especie de “Es l’hora dels adeus”. Para acabar nos dan el mensaje de que lo que hemos vivido esta noche es algo más que un show turístico (que también!). Es una forma de que la cultura maorí perdure en el tiempo y se transmita de padres a hijos. Además, también se difunde por el mundo ya que cada uno de nosotros se llevará un poco a su país de origen cuando se vaya a casa.
A las 23:30 se acaba el espectáculo y nos vamos para el camping. Toca meterse rápido en la cama y dormir que mañana hay otra sesión maratoniana.
KIA ORA!!!!!
Carlos :)


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